¿Son todos los fiesteros pandémicos, iguales ante la ley?


Crónicas de encierro

PARA MÍ, LOS PRIVILEGIOS, PARA OTROS, LA LEY
Ernesto Sitamul

Ni siquiera el Estado de Calamidad Pública por la crisis del coronavirus ha evitado ciertos desajustes conductuales en cuanto a respetar las normas establecidas por la emergencia; normas que limitan derechos como los de locomoción, reunión y asociación, decretados con el fin de prevenir la expansión de la pandemia.

Desde luego, hay excepciones que la ley establece.
Igualmente, hay realidades diferenciadas en la población.
El toque de queda prohíbe la libre locomoción durante un
horario determinado.
Se estima en más de 20 mil las personas capturadas por infringir
esa regulación, vigente desde mediados de marzo.
Sin embargo, hay que advertir: no es lo mismo el caso de un vendedor
de helados o algodones (que tampoco tiene transporte para llegar
a su casa, a tiempo), que un grupo de individuos consumiendo licor.
Entre éstos hubo dos casos separados de diputados, incluyendo uno del partido
 gobiernista, que tuvo el descaro de decirles a agentes de la PNC,
en Quetzaltenango, que andaba en funciones de fiscalización.
¡Vaya justificación de quien tiene poder!
Por cierto, un decreto del Congreso posterior a estos hechos,
estableció entre las excepciones, que durante el horario
del toque de queda los diputados podían transitar con entera libertad,
refrendando aquel viejo refrán de “coyotes de la misma loma”.
*Las fiestas también están prohibidas; por lo tanto, son ilegales, sean públicas o privadas. Un productor de vestidos de novia contó en un noticiero de televisión por cable que algunos matrimonios se han celebrado solo entre los contrayentes y los padres de ambos. Constituye este hecho una referencia significativa de comprensión a la situación sanitaria y de respeto a las normas establecidas. En otros casos, los contrayentes decidieron esperar a que pase la pandemia, para celebrarlo a lo grande.

**Pero en la viña del señor hay de todo. Los desafíos a las normas y a la autoridad son cada vez más frecuentes, lo que conlleva una señal peligrosa de descomposición social, donde los valores de respeto a la ley y sana convivencia han sido relegados. No falta quien argumente que las autoridades han perdido legitimidad para actuar ante la sociedad. O sea, cuando el mandatario o el alcalde toman decisiones discrecionales a favor de sus amigotes, se ponen al margen de la ley, y con ello favorecen la impunidad.

**Una forma de desafiar a la autoridad y las normas son las fiestas clandestinas e ilegales. En la parranda del 12 de junio, en un local del ostentoso centro comercial Condado Concepción, hubo algo más grave: la premeditación del hecho, porque se planificó y circuló invitación en redes de WhastApp hacia pequeños grupos exclusivos; incluso, haciendo alusión a guardar cierta conducta para no llamar la atención de la policía. Los videos dan cuenta del deschongüe que se armó entre los concurrentes, acelerados por bebidas embriagantes. Agentes de la PNC llegaron al lugar, pero sin captura alguna. ¡Parte si novedad, mi comisario! Otro fue el caso de la fiesta para elegir reina en una discoteca de la ciudad de Retalhuleu, donde sí hubo 12 personas capturadas, la mayoría mujeres jóvenes, quienes al ser conducidas dijeron, que “habían sido engañadas”; mientras que un hombre capturado, que parecía ser representante del negocio expresó que contaba con permiso para la fiesta, pero no pudo indicar qué autoridad se lo dio, ni mostrar el documento, pues “todo fue de palabra”.

Y siguen los ejemplos de alteración del orden legal.
En un municipio de Jutiapa, los organizadores
de una fiesta eligieron a la señorita “QuédateenCasa”,
un slogan usado por las autoridades para la estrategia
de contención del enemigo invisible.
Otro caso es el de Alotenango, en el departamento Sacatepéquez,
donde el alcalde dispuso celebrar la elección de la
 “Señorita Pandemia”, siendo grave el asunto, por el hecho
 de tratarse de una autoridad, quien está llamado a dar
ejemplo de prudencia y de respeto
a las disposiciones presidenciales.
En todas las fiestas había menores de edad.
¿Contaban con el permiso de sus padres?
O, ¿ellos también animaron la fiesta?
En todos los casos descritos, es evidente
que las y los asistentes no portaban mascarilla,
ni guardaban el distanciamiento social.
***Después de todo, la pandemia sigue su curso mortal. Al 22 de junio, Guatemala tiene más 13 mil infectados y más de 500 fallecidos de todas las edades. No obstante, hay gente que todavía desafía los riesgos y amenazas del virus, y también se rebela contra las medidas adoptadas por el gobierno para prevenir sus terribles consecuencias.
A juzgar por los partes policiales, el trato que reciben estos fiesteros ilegales no se mide con la misma vara. Mientras los jóvenes del jolgorio en el lujoso Condado Concepción son intocables, los otros fueron capturados inmediatamente. O sea, aquí se cumple una especie de sentencia: “para mí, los privilegios, para otros, la ley”, parafraseando al politólogo Luis Fernando Mack, en sus estudios sobre la anomia del Estado.
Jocotenango, 23 de junio de 2020.